The true cost

Después de entrar en una depresión al terminar de ver el documental The True Cost, me puse a pensar en lo importante que sería que el mundo entero viera este reportaje y que su contenido se compartiera con gente de todas las edades, entre más pronto mejor.

The True Cost hace un análisis multidimensional de las consecuencias de una de las industrias más poderosas de la economía: la industria de la moda. El estudio presenta cómo el crecimiento masivo de esta industria ha afectado a sociedades del mundo entero, presionando los sistemas de producción agrícola y modificando las condiciones laborales del lejano tercer mundo. Explica también como la industria ha contribuido a la acumulación de desechos no reciclables y a la contaminación masiva de ríos y lagos. Finalmente, nos muestra cómo la masificación del fast fashion ha resultado en la muerte de miles de personas por asuntos de negligencia y avaricia en las fábricas e, indirectamente por la contaminación.

¿Cuáles son las opciones que existen para realmente cambiar el mundo?

Pero cambiar el mundo, como lo menciona el documental, a un nivel sistémico, eliminando de manera permanente el enfoque económico actual que busca simple y únicamente la acumulación interminable de bienes y riquezas con base en el arcaico pensar: “el fin justifica los medios”. El fin siendo más-de-todo y el medio, me-chingo-a-quien-sea (incluyendo al planeta).

Cuando hablamos de un cambio a nivel sistémico, significa incluir todos los elementos que afectan la ecuación del mercado actual. Pensando desde el enfoque económico, tendríamos que transformar tanto la oferta como la demanda y cambiar tanto la mentalidad del que vende como la del que compra, el enfoque del que trabaja y el del que contrata, del alumnx y el maestrx, …

Hace unos años tuve una conversación con el padre de una amiga que acababa de ir a China. Me contaba que no le había gustado y que lo único rescatable había sido ir a comprar baratísimo diferentes productos que lo habían dejado muy satisfecho. Al cuestionar su rol (y responsabilidad) como consumidor dentro del sistema de explotación de los trabajadores de las maquilas de las cuales salen estosbaratísimos productos, me juzgó de intensa. Me explicó que si él dejaba de comprar y el mundo dejaba de comprar, al que se chingarían sería al trabajador porque ya no tendría ingresos. Esta excusa se repite varias veces a lo largo del documental. Y este es el pensamiento que perpetúa la postura de esta persona y de muchas otras:

La gente que trabaja en las maquilas está jodida. Estaba jodida antes de que llegara H&M, estaba jodida antes de Zara y antes de Forever 21. El salario mínimo lo establecen las regulaciones nacionales y éstos grandes corporativos simplemente no pueden cambiar la situación a un nivel macro. No está en sus manos. Cuentan que en realidad, la posibilidad de trabajar en las maquilas de ropa, es una oportunidad de trascender. Y aunque por ahora las condiciones no son las mejores, no hay que preocuparse. Recuerden la mano invisible de Adam Smith, si todos los actores del mercado cumplen con su papel, este beneficio económico que obtienen las grandes empresas, se redistribuirá mágicamente hasta llegar al más pobre. No fear. 

Parece increíble que este sea el discurso después de décadas de demostrar que el capitalismo nunca completa la tan esperada repartición a lo largo de la pirámide. Pero el discurso sigue ahí. Y se mantiene así como la concentración de riqueza sigue creciendo para los pocos, poquísimos que tienen acceso a ésta. Y con la excusa de nuestra poca agencia en la posibilidad de un cambio a nivel macro, nos justificamos todxs lxs que compramos, lxs que venden, lxs que contratan el outsourcing para desentenderse de los asuntos sociales, lxs que manejan las fábricas y lxs ejecutan la violencia directa dentro de éstas.

Nunca había escuchado este absurdo término llamado “voluntary code of conduct” y me parece hasta cómico que exista este concepto a nivel global en el 2018. Este código, básicamente se explica de la siguiente forma: los corporativos establecen “amables consejos” a sus empresas externalizadas y esperan de todo corazón que éstas los sigan. Cualquier regulación que se ha propuesto para establecer códigos obligatorios han sido juzgados de ir en contra del libre mercado. Y con este argumento, todos vuelven a voltear al otro lado y olvidan el tema por un par de años más. Hasta que alguna situación se sale de control: un incendio en alguna fábrica que mata a cientos de personas por ejemplo. Y ahí, se vuelve a poner sobre la mesa para, por supuesto, ser bateado de nuevo.

Pero The True Cost va más allá de esta excusa, analiza el daño de la industria de la moda (un análisis podría aplicarse a tantas otras industrias) a un nivel ecológico y social. Es tanta la avaricia y tanta la necesidad de acumular y de tener siempre más, que la ropa se ha vuelto uno de los desechos más tóxicos del planeta. Y esto es sólo el inicio: el fast fashion significa básicamente el ofrecer ropa nueva cada semana. La que no se venda, se tira.

Si volvemos a las opciones para detener este proceso que sólo parece acelerarse a través de las generaciones, ¿qué podemos hacer desde nuestra trinchera de consumidorxs? Lo primero es entender que nuestras acciones, por más mínimas que parezcan, afectan la ecuación. Cuando vemos una playera que cuesta 2 euros, es importante entender que para lograr este precio de venta, los corporativos reducen sus costos al mínimo posible lo cual implica eliminar cualquier inversión en la seguridad de los trabajadorxs de las fábricas, reducir los salarios a niveles que llegan a ser hasta ridículos y así estirar lo más posible el rendimiento de una hora trabajada. Y la única manera de mantener este esquema es vendiendo millones de playeras a 2 euros, por lo cual, la calidad de las prendas debe de ser tan baja que implique que necesites comprar de manera periódica playera de dos euros a las cuales les das menos de 5-10 usos, acabando en la basura y sumando a los desechos de ropa acumulada.

¿Y qué se puede hacer para que más consumidorxs entiendan el papel que juegan en este ciclo? Que se hable de esto, que se comparta en el sistema educativo desde la niñez, que se sepa lo que hay detrás de cada prenda y sobretodo que se vea la persona detrás del objeto.

¿Para qué pasamos años y años de primaria revisando y re-revisando y re-re-revisando la primera y segunda guerra mundial. ¿Para aprender de nuestros errores? No parece estar funcionando. El currículum educacional debería de reinventarse de acuerdo a nuestros tiempos y a las necesidades de éstos. Es importante repasar y estudiar la historia del mundo pero el curriculum actual necesita abrir un espacio a temas urgentes que por alguna razón no se hablan hasta que la gente es demasiado grande para poder actuar.

Y mientras se logra visibilizar este problema a un nivel estructural, existen algunas iniciativas para aquellxs que buscamos dejar de ser participes en este ciclo comercial. Comprar local evita entre muchas otras cosas que se pierda de vista quién produce y bajo qué condiciones. Buscar bienes duraderos en vez de optar por la prenda que se usará únicamente en una ocasión es otra manera de romper la visión corto plazista de la moda rápida.

Pero sobretodo, los que más ayuda es preguntarnos: ¿quién hizo mi ropa y qué tuvo que pasar para que yo me ponga esta prenda el día de hoy? Este es el primer paso para cambiar poco a poco el mundo.

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Aquí algunos proyectos bonitos para ser parte de este cambio:

Fashion Revolution: un conjunto de diseñadorxs, productorxs, trabajadorxs y consumidorxs, academicxs, escritorxs y líderes en negocios, un organismo de la industria y el público, de ciudadanxs, un movimiento y una comunidad que ama la moda pero que rechaza que la ropa sea el resultado de una explotación social y del planeta. La revolución de la moda es un movimiento global que sucede a lo largo del año en el mundo entero celebrando la moda como una influencia positiva que busca escanear y trabajar cada parte de la cadena de valor de la industria de la moda generando conciencia y y visibilizando las necesidades de cambio más urgentes.

Básicos de México nace en el 2017 proponiendo un modelo sencillo de producción mexicana en la cual se usan únicamente materiales hechos en México bajo un modelo de maquila justa. Esta iniciativa está asociada con pequeñas cooperativas asegurándose que todo el proceso detrás de la prenda sea visible, justo y digno.

People Tree es una de las empresas pioneras en la promoción de una industria de la moda ética y sustentable. Por más de 25 años, People Tree ha trabajado de la mano de producciones de comercio justo, trabajadrxs y productorxs para crear una nueva manera de ver el negocio de la moda.

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The True Cost:

“Over the past two decades fashion has changed thanks to this new phenomenon called “fast fashion” and now we have a situation where, as consumers, we are caught in an absurd circle of micro trends. Think about it. Around two mini seasons a week in stores. Disposable clothes that stay in a woman’s closet for an average of just five weeks, before being thrown out – all in the name of the democratization of fashion.

In reality, this evil machine is exploiting everyone and everything: the consumer, the planet’s resources and the people who produce them. Each year across the world, 1.5 billion garments are sewn by an estimated 40 million people, working in 250,000 factories. These are predominantly made in countries described by the UN as the world’s least developed. All in all, the garment and textile industry is estimated to be worth some $3 trillion. And the bulk of that goes into the pockets of the owners of those fast fashion brands.”

3 thoughts on “The true cost

  1. This is really sad. The hypocrisy of it is the saddest part. There are all these high profile people who make all this noise about social consciousness but can’t walk out the door unless they’re wearing the hippest, newest thing. My Levi’s are probably evil enough, but at least I get a few years of wear out of them. Score one for old white dudes.

  2. Wisdom. Strongly agree with the notion that we should expand our curriculums to discuss such things in school.

    I used to be all about consumption and kick myself now for how much money I spent on things rather than experiences. Although now that I am out here having all these experiences I am becoming conscious of the destructive side of tourism as well. But I digress. Anyhow, I am far happier with less stuff and more experience. And in my travels, I am amazed time and again to see people with very little who seem happier than people back home who have it all.

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