Por un México de Mexicanxs

“¿Qué es este ser dividido, introducido en el lenguaje a través del género?
Es un ser imposible, un ser que no existe, un chiste ontológico.”
Monique Wittig

 

Introducción

Un concurso titulado Género y Justicia sólo puede abordarse analizando a detalle estos términos.

La Organización Mundial de la Salud define “Género” como “los conceptos sociales de las funciones, comportamientos, actividades y atributos que cada sociedad considera apropiados para los hombres y las mujeres.” Esta definición es encuadrada por Google México apareciendo como el primer resultado cuando se hace la búsqueda de “Definición Género”.

Con base en esta definición, el Género se convierte en un guía de “funciones, comportamientos, actividades y atributos” divididos en dos grupos: el del hombre y el de la mujer. Esta definición establece entonces la división entre dos categorías: la del hombre y la de la mujer. Las categorías suelen ser mutuamente exclusivas, por lo cual, basados en esta definición, las funciones, comportamientos, actividades y atributos de un hombre, no son compartidas por las  funciones, comportamientos, actividades y atributos de una mujer. Se establece entonces, una guía teórica de estas características. En esta teoría, el hombre debe de tener ciertos comportamientos, la mujer se distingue en ciertas actividades, él goza de estos atributos, ella tiene estas funciones…

¿Qué pasa cuando esta teoría no corresponde con la práctica? ¿Cuáles son las consecuencias cuando un individuo no sigue las características establecidas en la teoría? ¿Qué sucede cuando alguien no entra en ninguna de estas categorías mutuamente exclusivas?

Este ensayo busca contestar a estas preguntas analizando cómo las categorías arbitrarias y los estereotipos de género se relacionan con la justicia en México. Este análisis constará de tres partes principales. En primera instancia se estudiarán diferentes teorías de género y justicia y sus consecuencias en el funcionamiento de la sociedad. En una segunda sección se presentarán las manifestaciones de estas consecuencias en México y la normalización de los estereotipos de género en el país. Finalmente, se presentará una propuesta para abordar la problemática de género en México con un enfoque a la justicia que a su manera refuerza la  dicotomía de género.

Género y Justicia

Para entender los conceptos de Género y Justicia, este ensayo intentará proponer algunos acuerdos sobre el uso de estos conceptos, de manera a partir de un mismo lenguaje. Estos acuerdos se traducen en unas definiciones adaptables al contexto, flexibles dependiendo del individuo sin pretender términos absolutos compartidos por todos los participantes o lectores de este concurso. Estas definiciones parten del principio de que tanto el Género como la Justicia se interpretan de maneras diferentes, opuestas, y muchas veces, conflictivas entre sí. Parten también, de la idea de que al buscar definir estos conceptos en términos absolutos, las definiciones se vuelven parte del problema relacionado con los propios conceptos de Género y Justicia. Estos van desde la violencia de género a la misma injusticia.

Género

En la introducción se presentó la definición más común del término “Género” que establece una dicotomía entre el hombre y la mujer con una visión binaria de sus funciones, comportamientos, actividades y atributos. Esta división pone en evidencia el conflicto entre la definición de los conceptos y la realidad que se vive, entre la teoría, la expectativa de género y la práctica.

La filósofa Judith Butler (2004) cuestiona esta visión que se tiene del género y analiza cómo ésta sirve para construir un sistema social fundamentado en dos únicos roles: el del hombre y de la mujer cohabitando y relacionándose en un terreno puramente heterosexual con fines reproductivos. De este modo, todo aquel individuo que no entre en las categorías arbitrarias de Hombre, Mujer y en su manera de relacionarse, o de procrear, entra en una no-categoría, la de aquel que se desvía de lo esperado socialmente, entrando así, en el terreno de lo inexistente en la teoría de la expectativa social.

En esta línea de teorías que se mantienen ajenas a la  realidad, la escritora y cineasta Virginie Despentes (2006), habla del ideal de la mujer “blanca, seductora pero no puta, bien casada pero no a la sombra, que trabaja pero sin demasiado éxito para no aplastar a su hombre, delgada pero no obsesionada con la alimentación, que parece indefinidamente joven pero sin dejarse desfigurar por la cirugía estética”. A través de esta lista de contradicciones, Despentes explica que esta mujer perfecta, la que cumple con todas las funciones, comportamientos, actividades y atributos establecidos por la sociedad, ésa mujer a la que toda mujer debería parecerse, nunca la ha visto en ninguna parte. Concluye que, posiblemente, esta mujer no exista. Este ejercicio podría llevarse a cabo de la misma forma para el hombre. Utilizaríamos estos adjetivos asociados a un ideal masculino, el hombre fuerte, que provee, que no llora, que protege, que gobierna y que dirige. Y la pregunta sería la misma ¿En dónde se ven estos individuos ideales? Y si no existen, ¿de dónde salen estas características idealizadas o utópicas que son tan ajenas a nuestra realidad?

Norbert Elías (1996) discute la masculinidad como posición social con la teoría de lazos de interdependencia que define configuraciones sociales específicas para cada momento y contexto histórico. Así, nos explica las relaciones de género como posiciones sociales en donde la masculinidad es una posición de poder sostenida por una red de relaciones atravesada por distintos puntos de poder. Linda Alcoff (1989) complementa esta teoría con su explicación del concepto de la mujer que se define por el contexto externo. La mujer, no como un dato biológico sino como una posición en un contexto histórico, se determina entonces como una identidad relativa que depende de una red de relaciones. Se puede concluir que tanto la feminidad como la masculinidad son términos relacionales y que la estructura social hace posible una reproducción y mantenimiento de las posiciones por todos los individuos. Este análisis de estructuras sociales y las preguntas que quedan abiertas en esta sección nos lleva al segundo concepto de este ensayo: La Justicia.

Justicia

Michel Foucault (1977) analiza el concepto de Justicia a través del Poder. Foucault declara que aunque se estableciera una justicia común a la humanidad, el aparato judicial solo puede verse como un instrumento de poder. Y este instrumento sería el que puede efectivizar el criterio de la justicia considerado válido por el grupo dominante, el grupo de poder (Ilivitzky, 2006). El Poder, explica Foucault, queda definido como “la capacidad de afectar y ser afectado” (Deleuze, 1986).

La filósofa Beatriz Preciado (2011) estudia las teorías de poder de Foucault, y explica que históricamente, el poder se aterriza, hasta el siglo 18, en el régimen soberano, caracterizado por el poder de dar la muerte. Bajo este régimen, el rey tiene el monopolio de las técnicas de la muerte y la muerte, se convierte entonces en una técnica de gobierno. La figura política que entonces encarna las formas soberanas de poder se establece en la figura del rey y se mantiene en la imagen del hombre, y en la del padre. Esta figura de poder se encarna entonces en un cuerpo masculino, de rey, de hombre y de padre que es respaldada por la ley y por las instituciones, por la ciencia y por la religión: Eva nace de la costilla de Adán.

A través de la historia, se establece una estructura de poder que toma forma en el cuerpo masculino. Las consecuencias materiales de esta delimitación de poder resultan en que el padre es dominante y la masculinidad obtiene el monopolio de las técnicas de la violencia. Beatriz Preciado habla de esta delimitación como la primera de las ficciones vivas: la “masculinidad inventada” que puede relacionarse con la teoría de la verdad de Foucault. En esta teoría, la verdad no es absoluta sino que se produce socialmente y se revela a través de instrumentos de poder. La producción de verdades está entonces ligada a ciertas herramientas sociales que la afectan, la reparten y la delimitan. Volvemos a las definiciones arbitrarias y las categorías ajenas a la realidad. Estas categorías se traducen por ejemplo a través de la herramienta social de escritura. Esta herramienta, que escribe la verdad, está sujeta a cierta subjetividad ya que escribimos en el contexto normativo de la lengua. Y una vez más volvemos al punto inicial de la teoría y la práctica. La lengua no empata la realidad ni la verdad sino que busca describirla a través de ciertos patrones establecidos. El discurso de la verdad, está entonces creado y diseminado por estas herramientas que sostienen el poder, que establecen al subordinado y al subordinante, respaldado en la historia por el rey y hoy día por las instituciones, las cuales Foucault llama los Apparatuses (Foucault, 1977).

La delimitación de estas instituciones y su discurso de verdad están inevitablemente ligados e influenciados por un poder repartido de manera desigual, haciendo que la verdad resulte establecida por ciertos grupos de poder, por el rey, el hombre y el padre.

Las consecuencias

La justicia depende entonces de un poder repartido de manera desigual, y el género, como la clase, la raza y la sexualidad, se establece como un determinante social que no deja espacio al cuestionamiento. El género determina en parte al que sostiene el poder y al que le falta poder. Así, la manifestación de la subordinación de poderes es respaldada por la sociedad, a través de la política, la medicina, las normas y las definiciones. Las ficciones políticas vivas, la masculinidad inventada y la dominación de esta, concentra entonces el poder en este ideal masculino que la misma sociedad propicia. El resultado es entonces la violencia de género, la injusticia misma que se ejerce a través de lo que las instituciones predican y de este reclamo del uso soberano de la masculinidad. La violencia de género toma entonces dos formas:

Por un lado existe este reclamo del poder concedido por la sociedad, el derecho del hombre de mandar, de decidir y de exigir. Se establecen entonces los dos roles: el opresor y el oprimido, y nace el concepto de la vulnerabilidad. En esta línea, en una conferencia en la Ciudad de México, en Marzo del 2015, Judith Butler explica que en el mundo contemporáneo decir “población vulnerable se ha convertido en un eufemismo para referirnos a las pobres, las niñas, las ancianas, las negras, las marginadas”. Butler habla en plural femenino explicando que aunque estos grupos poblacionales están compuestos por hombres y mujeres, están constantemente feminizados desde lo semántico, la lengua, la teoría y desde la realidad, la práctica, la actualidad. En el lenguaje, las definiciones de lo masculino y las características que pertenecen al ideal del hombre no dejan lugar para seres vulnerables. Y, desde la realidad, las estadísticas muestran que la mayoría de las personas que viven en la pobreza o son vulnerables a actos de violencia, han sido históricamente y siguen siendo, mujeres. Así, las lógicas patriarcales que hemos revisado hasta ahora, hacen que la vulnerabilidad sea propia de “lo femenino” de manera simbólica, pero también de manera práctica y tangible (Butler, 2004, 2015).

Por otro lado, en la dicotomía del deber ser de un hombre, y el deber ser de una mujer, todo aquel que salga del perfil, esperado, o muchas veces llamado, natural, se convierte en un desviado. Aquí podemos discutir el patrón natural de la reproducción por ejemplo. Al naturalizar los roles sociales y los pasos a seguir para mantenerse dentro de la norma, perdemos el ojo crítico y el cuestionamiento contextual de estos pasos. Una parte determinante de las expectativas de género sigue estando ligada a las nociones de maternidad y paternidad. En algún momento de la historia, las palabras Mujer y Madre se volvieron cuasi-sinónimos. El lazo relacional más fuerte se estableció arbitrariamente entre la madre y el hijx y la realización más culminante de una mujer se confirmó en el parto y la lactancia. La maternidad se volvió entonces la experiencia femenina esencial. Sin ningún afán de minimizar la importancia de la maternidad, me atrevo a cuestionar la automatización de la decisión de ser madre. Volvemos a la brecha entre los ideales y las realidades. No todas las mujeres son madres, no todas las mujeres quieren o pueden ser madres y la maternidad debería de ser una decisión individual y no una imposición social para pertenecer a la familia tradicional, la familia “normal”, o la familia correcta.

Cuando la realidad no corresponde a la definición, cuando el hombre llora, es sensible y la mujer es dura e impenetrable, el hombre entonces se vuelve afeminado y la mujer, masculina. La violencia se traduce entonces en una discriminación de la sociedad hacia estos sujetos que no siguen las normas escritas en las definiciones afectando así a todo individuo a lo largo del espectro del género. La violencia aparece en parte, cuando no existe categoría posible para estos individuos y tienen que ajustar su realidad para entrar en la categoría, y así ser aceptado en una sociedad rígida y arbitraria.

La normalización de conceptos excluyentes está tan asimilada en nuestro lenguaje, que las mismas convocatorias de políticas de género, que buscan entender las consecuencias de los estereotipos se muestran, sin quererlo, excluyentes en la delimitación de actores afectados por temas de género. En la convocatoria de este concurso por ejemplo, se habla del ejercicio y goce del derecho de las mujeres, niñas, niños y adolescentes a la igualdad y a la no discriminación. Se menciona el tema de la violencia contra las mujeres, niñas, niños y adolescentes y de los obstáculos y retos que enfrentan estos actores para acceder a la justicia. Se omite por completo a la categoría de hombre. De esta forma y en parte promovido por las limitaciones del lenguaje, esta omisión involuntaria es parte de la violencia misma. Porque el hombre en teoría, y en estadística, ¿no vive estos retos ni estos obstáculos? ¿No entra en la población vulnerable? Volvemos a la dicotomía, volvemos a la categoría exclusiva, a la expectativa. No existe el hombre vulnerable. El niño es entonces vulnerable por joven pero no por ser hombre. Al perder su categoría de infante se convierte en hombre y pierde toda vulnerabilidad. Y, si se analiza esta omisión más profundamente, en esta lista de individuos que responden a categorías establecidas teóricamente, “mujeres, niñas, niños y adolescentes“ no solo se excluye al hombre, se excluye a todo individuo que no se identifica ni como hombre, ni como mujer. Se excluye al intersexual y a todo aquel que decide no limitarse a la teoría pero que aun así son afectados por temas de violencia de género.

 

Las Manifestaciones en México

En México las estructuras del poder se ven reforzadas en una normalización y una aceptación generalizada de la desigualdad que dictan las supuestas “verdades universales”. En un país que cuenta más de 10 de los hombres más ricos del mundo, y más de 15 millones de personas viviendo con menos de 2 dólares al día, la desigualdad material, se vuelve natural al contexto y se traduce de lo económico a todos los ámbitos.

Uno de estos ámbitos es la desigualdad de género que forma parte del lenguaje cotidiano. Aparece en los núcleos familiares y se traduce en lo profesional y lo educativo. Así, el arraigo semántico y social de la desigualdad de género, traducido a todos los niveles de la sociedad, limitan la posibilidad de cambio. En este contexto, Butler explica que las mujeres terminamos aceptando menores salarios que los de nuestros colegas hombres. Añade también que “las mujeres también somos tratadas como objetos o sujetos pasivos, musas y mozas, y todo esto le sucede a todas las mujeres en mayor o menor medida sin importar cultura, o clase social – aunque ambas son factores determinantes para el grado de desigualdad y su evidencia” (Butler, 2015).

Aunque las vulnerabilidades no se viven de manera homogénea para todas las mujeres – conceptos adicionales de raza, clase o sexualidad agravan la vivencia de la vulnerabilidad – existe en México una expectativa generalizada hacia las mujeres. La mujer teórica es inevitablemente madre y esposa y debe de seguir los lineamientos estipulados socialmente a este papel en la familia y en la sociedad. La familia se convierte en México en una institución de poder que establece y promueve los roles. La Familia como institución se vuelve parte intrínseca de la definición de la delimitación y atribución de poderes asignados al hombre y a la mujer, estableciendo al hombre como aquel que provee y que tiene el poder. Y ese poder, se traduce en un cuasi-derecho a la violencia, a una violencia normalizada, que se vive de manera intrafamiliar, de manera pública y privada, de nuevo, como el resultado de una expectativa, una teoría del deber ser familiar. Así, Butler señala que conocemos y repetimos con fervor los nombres de los 43 desaparecidos, pero los nombres de las miles de mujeres desaparecidas o asesinadas en México quedan en el olvido. Sin ningún intento de minimizar la gravedad de la desaparición de los 43, coincido con Butler preguntando, ¿quién sigue luchando por las mujeres de Juárez?

En México, vivimos inscritos en este contexto de desigualdad de género y de vulnerabilidad para alguna de las partes. Un ejemplo de un solo estado del país, desde el 2011, más de 430 mujeres han sido asesinadas en Veracruz. De estos casos, la mayor parte han sido víctimas de sus parejas, o de personas del entorno familiar que usaron armas blancas, golpes, disparos o les cortaron la respiración. De estos casos, más del 90 por ciento permanecen en la impunidad. Este es solo uno de los ejemplos de violencia de género, de género y justicia y del reclamo del uso soberano de la masculinidad.

A un nivel más cotidiano, la violencia se vive en el acceso a los recursos. En las familias, los bienes siguen escriturados a nombre del hombre, que sigue siendo el que gana más. En su análisis en México, Butler va más lejos explicando que en los niveles de mayor pobreza, la vulnerabilidad se traduce al normalizar que a las niñas les den menos comida que a los niños o que les quiten tiempo de juego para que colaboren con el trabajo doméstico. Esta práctica de asociar a la niña con el cuidado del hogar, se traduce después en que cuando las mujeres salgan del hogar para trabajar, llevan invariablemente una doble jornada laboral del trabajo remunerado y el no remunerado, el doméstico que realizan en la casa. De esta forma, la imagen culminada de la maternidad, aterrizada en el contexto de la economía mexicana, en una realidad en donde los salarios son bajos para la mayoría, las jornadas laborales son largas y las opciones de guarderías son pocas o caras, se queda como un ideal que solo unos cuantos pueden alcanzar y muchos anhelar.

¿Cómo es que sigue vigente esta imposición de roles con su perpetua violencia?

Se mantiene viva a través de todxs y cada uno de nosotrxs. Estos roles que se viven impregnados en la sociedad mexicana se perpetúan a través de pequeños símbolos, idiomas y gestos cotidianos. Existe en México un conjunto de instituciones y técnicas, que van “desde el cine hasta el derecho pasando por los baños públicos” (De Lauretis, 1989), que producen y mantienen una verdad de la masculinidad y la feminidad. A nivel institucional, se reproducen a través de todo y todos, Disney y las princesas, Televisa y las novelas, la educación y los uniformes de falda para niñas y pantalón para niños, los hospitales, el gobierno y los censos con categorías inflexibles, el lenguaje y sus limitaciones para hablar en términos neutros, la mercadotecnia y su constante perpetuación de roles que se traduce en espectaculares que día a día transmiten este mensaje de la mujer y el hombre perfectos, la madre y el padre.

 

Una solución – Una apertura – Una nueva conciencia

Las desigualdades fundamentadas en estereotipos de género no pueden aceptarse como una condición irremediable de la sociedad mexicana. Establecer a México como un país irreparablemente machista es mantener las estructuras de poder y sus consecuencias de violencia. Como se ha comentado a lo largo de este ensayo, no existen funciones, comportamientos, actividades y atributos que sean esenciales a un género o definitorios de un sexo, pues todos estos son construcciones socio-culturales que son parte y decisión de cada individuo.

La desigualdad de género y la violencia que esta promueve, establece seres vulnerables ante las normas sociales vigentes y los roles predeterminados. Esta vulnerabilidad afecta a otros individuos a lo largo del espectro del género que no responden a las características específicas del rol que le es asignado al nacer. Es importante señalar que, la gran mayoría de las veces, la vulnerabilidad no es una decisión del sujeto. Antes de decidir “quiénes queremos ser” ya somos algo, ya jugamos un papel, ya tenemos los oídos perforados y un cuarto rosa esperando en casa. Ya estamos inscritas al ballet y tenemos muchos vestidos y mallitas de tallas que van del 0 al 5 en nuestro primer closet. Antes de poder desarrollar una identidad, el entorno ya la ha desarrollado por el sujeto. Y así, en un contorno preestablecido, el desarrollo de la identidad se vuelve un reto, el desarrollo de una postura frente a unas condiciones determinadas previamente. Es importante señalar también que sí existe una decisión de mantener esta vulnerabilidad y de reproducir los elementos que mantienen estas estructuras.

¿Qué pasaría si el entorno de los individuos al nacer fuera más neutro? ¿Qué pasaría si emparentaramos la teoría (la definición) con la práctica (la realidad), en vez de insistir con el contrario? Volvemos a las definiciones arbitrarias. ¿Qué pasaría si proponemos nuevas definiciones?

La Teoría Queer nace en los noventas como un espacio crítico de estas predeterminaciones para buscar gramáticas, lenguajes, instrumentos y estrategias para desmontar los regímenes de normalización y producción del cuerpo y la visión binaria del género. La política Queer se convierte entonces en un campo de acción política, de investigación crítica que se diferencia de las políticas de identidad de género que hemos discutido hasta ahora. Propongo esta teoría como un posible campo de acción para una propuesta de neutralidad que plantea la eliminación de la categoría previa a la realidad. Esta eliminación hace un llamado a una lucha a favor de la cancelación absoluta del estereotipo a partir de una propuesta de pequeñas acciones cotidianas que involucran a todos los mexicanxs. Es importante subrayar que esta propuesta implica una visión a largo plazo y la creación de un nuevo lenguaje más inclusivo, flexible y sobre todo, representativo de la realidad.

Para efectos de este ensayo, llamaremos esta propuesta de neutralidad: Por un México de Mexicanxs. El proyecto busca eliminar los estereotipos de género y promover una equidad a nivel institucional, poblacional, individual y colectivo. La promoción de esta equidad se presenta como una campaña de concientización comunitaria en donde todxs lxs mexicanxs son actores claves de difusión, entendimiento y sobre todo ejecución de prácticas y lenguajes equitativos. La campaña empieza con un mensaje inicial sencillo y especifico que propone la disociación inmediata del término Mujer con Madre ama de casa y del concepto del Padre con la figura de sostén económico en un hogar.

Es importante precisar que este despertar social sobre las problemáticas de opresión y exclusión, perpetuados por temas de género, debe de fomentarse por la gente, la sociedad civil, pero también desde adentro del sistema de las estructuras de poder y a través de las instituciones. Una campaña de concientización en México permitiría el cuestionamiento de las propias instituciones y las estructuras de poder para acceder, en definitiva, al rechazo de las normas sociales que restringen los derechos a los cuerpos. El empoderamiento debe llevarse a través de la aceptación absoluta de la diversidad. El empoderamiento de todxs aquellos cuerpxs que son sometidxs por el algún régimen normativo basado en estereotipos, solo será posible mediante la implementación de herramientas que nos permitan construir una identidad sincera, tanto dentro como fuera de todo sistema político, social, económico y cultural.

¿Cuáles son estas herramientas? La Educación. La Educación a través de las instituciones educativas mexicanas pero también a través de toda la infraestructura social, económica y cultural: la Familia, la Cultura, los Hospitales, el Gobierno, el Sector Privado, Las Televisoras y sobre todo, la Comunidad.

El contenido mediático de entretenimiento es determinante en esta campaña de concientización de abolición de estereotipos de género. El transporte público suele ser un espacio de constantes promociones visuales y auditivas. El metrobús por ejemplo, cuenta con pequeñas televisiones cuyo contenido está elaborado por dos canales privados de televisión llamados AyTv´s Tele Urban. A través de los pasajeros del metrobús, estos canales cuentan con una audiencia diaria de aproximadamente 1, 060,000 personas. Tele Urban se describe como un agente de difusión de “publicidad, diversión, cultura, mensajes políticos y altruistas, cápsulas médicas, deportivas, oportunidades de trabajo y más, para los usuarios del transporte público en la Cd. de México y Puebla.” ¿Cuál es el contenido que ese millón de personas ven en su cotidianidad? Un ejemplo entre miles es una cápsula destinada a consejos para el cuidado de los bebés. Un video rosa, con música suave en el cual una madre blanca y hermosa cuida de su bebé blanco y hermoso. Independientemente de la modelo que físicamente es absolutamente ajena al promedio de la población mexicana, el contenido de la capsula es promotor y perpetuador del ideal de la mujer, del estereotipo, la mujer blanca, perfecta, madre, protectora, buena y sensible. En un video de promoción de cuidados al infante, el padre no figura en ningún momento. En ningún momento se muestra la posibilidad de compartir los roles entre géneros. Este es un ejemplo de miles pero se presenta como una posibilidad de acción. La red televisiva es la primera herramienta de perpetuación de los estereotipos de género pero también podría convertirse en el medio más importante de una nueva campaña para romper el ciclo del estereotipo. Un primer eje de acción para esta campaña sería producir nuevas cápsulas en dónde hombres y mujeres comparten roles percibidos exclusivos de un género o de otro. Estos contenidos tendrían que mantenerse a nivel institucional también, a través de Televisa y de TV Azteca, para que los programas más vistos por la población mexicana también rompan estos patrones de roles tendenciosos. La telenovela mexicana que es vista por millones de personas, en México y el mundo, podría volverse un medio crucial de cambio social si pudiera adaptar sus contenidos a promover un mensaje propositivo que rompa esquemas arbitrarios.

Esta campaña de opinión sólo puede funcionar si está destinada a todos los mexicanxs. Los proyectos de género en México suelen estar orientados hacia el apoyo a las víctimas más evidentes de los problemas de género que ya hemos discutido en este ensayo: a los niños, las niñas y las mujeres. Y aunque estos programas de apoyo a las víctimas como intervenciones reactivas y correctivas, son cruciales para eliminar la violencia de género, una campaña de concientización busca abordar el problema de raíz de esta violencia y así a prevenir esta violencia. El nuevo diálogo que se busca en esta propuesta apunta a eliminar las bases de la violencia estructural, las expectativas sociales ligadas al género y las figuras de poder establecidas y encarnadas en lo masculino. Para esto el diálogo tiene que ser de todos y entre todos los individuos indistintamente de su género.

Los estereotipos ganan fuerza a través de una línea principal: la reproducción. Existen dos ejes de acción para frenar esta fuerza. Por un lado, a través de la no-acción: el simple hecho de detener la repetición de un estereotipo y frenar su reproducción puede desvanecerlo poco a poco. Por otro lado, a través de la acción: a través del diálogo. Las estructuras de poder que se han mencionado a lo largo de este ensayo, son pocas veces cuestionadas. La posibilidad de abrir un tema al diálogo permite romper tabúes que le resultan dañinos a la gente. Parte de la campaña de concientización es también la apertura de mesas de diálogo a nivel escolar, comunidad y familiar. El establecimiento de espacios para discutir cómo la gente vive los estereotipos de género en sus entornos puede también abrir una puerta para entenderlos y trabajarlos colectivamente.  

 

Conclusión

“Los estereotipos son verdades cansadas.”
George Steiner

Este ensayo empezó con un cuestionamiento de los términos, las definiciones y las asimilaciones de estas como realidades absolutas. Beatriz Preciado (2010) establece que no cree en la “violencia de género”, especificando que el género mismo es la violencia, ya que las normas de masculinidad y feminidad, tal y como las conocemos, producen violencia. La violencia empieza en el lenguaje, en los símbolos y acciones cotidianas, en las verdades que acatamos como únicas e incuestionables.

Las estructuras sociales encarnadas en los cuerpos y los géneros son ficciones porque finalmente fueron imaginadas por la sociedad. Este ensayo llama a una rebelión, a una toma de consciencia y acción colectiva contra estas ficciones políticas que constituyen a la sociedad mexicana. La propuesta Por un México de Mexicanxs busca una des-identificación crítica de las estructuras de poder ligadas al género así como a la imaginación de un nuevo lenguaje basado en una realidad contemporánea.

En México, estamos cansadxs de los estereotipos. En México podemos, en conjunto, trabajar por un nuevo diálogo que permita ir más allá de las limitaciones ficcionales ligadas al género.

Referencias

Alcoff, Linda. 1989. Feminismo cultural versus pos-estructuralismo: la crisis de la identidad en la teoría feminista. Feminaria.

Butler, Judith. 2004. Undoing Gender. Routledge.

Butler, Judith. 2015. Conferencia Magistral “Vulnerabilidad y resistencia revistadas”. Sala Nezahualcóyotl. Comenta: Susana Vargas. Fecha: Marzo 23, 2015

De Lauretis, Teresa. 1989. Technologies of Gender. Bloomington, Indiana University Press.

Deleuze, Gilles. 1986. Foucault. Paidós.

Despentes, Virginie. 2006. King Kong Theorie. Éditions Grasset et Fasquelle.

Elias, Norbert. 1996. La sociedad cortesana. Fondo de Cultura Económica.

Foucault, Michel. 1977. Discipline and Punish: The Birth of the Prison. Vintage Books.

Ilivitzky, Matías Esteban. 2006. Reseña de “La naturaleza humana: justicia versus poder. Un debate” de Noam Chomsky y Michel Foucault Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades [en línea] 2007, 9. Disponible en:<http://ywww.redalyc.org/articulo.oa?id=28291817&gt;

Preciado, Beatriz. 2011. Guía de modelos somatopolíticos y de sus posibles usos desviados. Seminario impartido en el marco del proyecto “Cuerpo Impropio”. Disponible en: <http://  ayp.unia.es/index.php?option=com_content&task=view&id=678>. Sesión 3: Revoluciones somatopolíticas: cuerpos feministas, queer, trans y cripple-queer. Fecha: 4 noviembre 2011

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